En todo negocio, una vez decidimos ponerlo en marcha y sacarlo al mercado, se han de fijar unas cuotas iniciales con las que poder sacarlo a flote e impulsarlo dentro del sector con el fin de obtener el máximo beneficio. Más allá del tipo de empresa que vayamos a formar, el capital inicial es fundamental.
A continuación, hablaremos concretamente de las franquicias. Ese dinero inicial que todo empresario ha de aportar una vez firmado un contrato de franquicia es lo que en marketing conocemos como cuota de entrada.
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¿Qué es la cuota de entrada?
En marketing, definimos como cuota de entrada al capital o desembolso inicial que un propietario efectúa en la firma de un contrato de franquicia. Es decir, es el dinero que la persona o nuevo dueño de la franquicia aporta a la compañía una vez firmado el contrato de compromiso con la marca.
Esta cuota de entrada no es fija, sino que varía en función al tipo de franquicia, entendiendo por esta como un tipo de contrato en el que una empresa cede a otra el derecho de comercialización de ciertos productos o servicios, siempre dentro de un ámbito geográfico determinado y bajo unas condiciones específicas.
Es decir, será la propia marca la que decide la cuota de entrada que tendrán que pagar los nuevos adquirientes de la marca. Por lo general, esa cuota será más alta cuanto mayor prestigio tenga la propia marca, y a la inversa. No obstante, esto no es algo detallado, sino que dependerá de los propietarios jefes de la empresa promotora.
En definitiva, este dinero aportado proporciona tanto una seguridad para la empresa base ante el propietario, el cual firma de esta forma un compromiso con la marca, como para el propio nuevo dueño de la franquicia, el cual queda plenamente entregado a la firma.